Palabras para un futuro homenaje ( ...)

Sostenido ya mi cuerpo, en dos puntos de hierro,
- me fallan las piernas -
Inclinado ya mi cuerpo hacia la tierra,
- buscando un lugar en ella -
le pongo alas a mis espaldas
para volar y subir y ser una estrella.
No sé si debo hablar de esta fiesta.
No encuentro razones que me lo impongan.
Sólo veo a la Sierra en sus pinos, sus caseríos y sus moradores
que, enorgullecidos se desangran por ella.
En mí habéis visto lo que no soy.
Sacáis pecho por mi persona.

Decir no a una lisonja, es como desearla desmedidamente.
Mis méritos no sean acordes, con el homenaje,
pero la idea no está del todo desencaminada,
aunque, con ella, me encuentre involucrado en él.
Con el trabajo no busqué que se me reconociera.
Mis desvelos, por los jóvenes, responden a su llamada urgente.
Sé que no desprecian a los mayores,
más bien se ven incomprendidos, desarropados.
Yo quiero decir: Me debo a ellos.
Con ellos y por ellos luché toda una vida,
y me puse en la mira frente al pueblo;
con ellos y por ellos hoy soy presa de vuestros ayuntamientos.
Gracias por daros cuenta lo que se debe hacer en esta tierra
que no sólo da pinos, robles, olivos, viñas y bellotas.
También da hombres recios,
y mujeres trabajadoras.
De mí habéis sido escuela del saber más castúo,
del libar y gustar la miel de brezo y el buen vino,
y del comer calbotes en las noches de frío.
Al pie de la candela,
con una mano en el vaso y en la otra la badila.
Cada cual es como es.
La vida nos vino dada.
Aquí hay uno que no es nada,
alzado como un ciprés.
No intentéis hacerme ver
lo que no soy con mi vida;
no profundicéis la herida
en mi pobrísimo ser.
Gracias por ser como sois,
como esta tierra os hizo;
en todos está el hechizo,
por donde quiera que voy.
gracias por seguir luchando
para hacer el paraíso,
y que de sombra el aliso,
al agua que va bajando.
Y este homenaje que hoy me hacéis,
es de todo y para todos. 

Fr. Pacífico Martíez 

A Pedro...




"Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia." (Mateo 16:18).




Relato hallado en el “Tratado de Oración y Meditación” que San Pedro de Alcántara que escribió en este convento:

“El que quiera entrar en el santuario de las obras divinas, ha de hacerlo con mucha humildad y reverencia, y llevar consigo ojos de paloma y corazón de discípulo. Hágase como niño pequeño, porque a los tales enseña Dios sus secretos.”


RECONOCIMIENTO

Mirándome al espejo,
de un alma, cual la tuya, enamorada.
De Dios me encuentro lejos,
muy triste y desolada:
Oveja descarriada, sin encontrar aprisco, ni majada.

He salido en tu busca,
afeado por el fango y la escoria;
hay, en mí, tanta fusca,
que no encuentro memoria
para recomponer mi breve historia.

La humildad es la llave
que abre y da acceso al cielo;
es el ala del ave,
su canción es su anhelo,
la fuerza que nos levanta del suelo.

El arrepentimiento...

 
Como cualquier criatura, me arrepiento de muchas cosas que podía haber hecho con más perfección. Aunque el sentido de finito, que tiene todo lo creado. Por el hecho de ser obra del Creador, lleva en parte la dimensión de lo perfecto. En cierto modo soy reflejo de Dios. Y, en mi categoría, puedo y debo ser perfecto. Pensar de esta forma me tranquiliza. Creo no haberme salido del contexto de la vida. Se me puede echar en cara centenares de cosas mal hechas. Tengo conciencia de ello, y no me escuece confesarlo en alto.
 
Echando la vista atrás puedo mirarme y verme sin sentir vértigo. Muchos momentos de mi vida están enfangados; pero en ningún momento dejé de luchar, de reconocer y de ponerle pecho a lo hecho. Por eso estoy vivo; porque acato con humildad mi condición de criatura y, por lo mismo, de pecador. No tengo reparo en reconocerme en el pasado: Es mío; soy yo. Esta conciencia de ser una criatura me llevaba a interiorizarme cada día, antes de comenzar a trabajar, para alimentar el alma (memoria, entendimiento y voluntad) e intentar hacer lo mejor posible las cosas.
 
Los valores en mi vida, sustancialmente, no han cambiado. Pueden haber cambiado las formas de mi vida, y de enseñar a vivir. Pero creo que hay una constante en mi camino que me deja, a mis setenta años, en paz.

San Francisco...

PLIEGO ESPIRITUAL CON MOTIVO DEL DÍA DE
SAN FRANCISCO


A LOS AMIGOS DE FRANCISCO DE ASÍS.
CON RESPETO. DESDE LORETO.
Fr. Pacífico

    No quise faltar a la cita en día tan señalado, como lo es el 4 de Octubre para los Amigos de Francisco de Asís. No pienso extenderme en mi aportación. ¿Para qué? La palabra, si breve, dos veces buena. Pues vamos a ser breves en palabras.

    Empiezo haciéndome y haciéndoos una pregunta: ¿El recuerdo de Francisco sigue siendo útil para los jóvenes de del siglo XXI? ¿Les reporta algo positivo? Enumera lo que creas más en consonancia, del mensaje y de la vida de Francisco, con nuestro pensamiento. No andes por las ramas. Vete al grano. Sé sincero.

    Directamente relacionado con nosotros: ¿No es un descaro ostentar el nombre de “Amigos de Francisco” sin que exista una mínima coherencia entre su mensaje y su vida, y nuestros pensamientos y obras?

    Escondernos bajo el común denominador que rige hoy la mente de los hombres, no nos salva del derribo, de la demolición o de la desaparición. Si nos queremos salvar, si queremos salvar a la Asociación AFA, debemos estar alerta, vigilantes y dispuestos para la lucha. No podemos dormirnos en los laureles. No tenemos derecho.

    Fría y personalmente, ¿nos hemos cuestionado el por qué y el para qué de nuestra presencia en la Asociación? ¿Cada cual está satisfecho de lo que hace en ella? ¿Podías hacer algo más? Siendo realista. Enumera lo que creas que podías hacer en beneficio de los demás y sin perjudicar lo que en ti es prioritario. PARA ESTO:

- No inventes a los pobres, para hacer limosna. Porque hacer limosna, salva.

- No trafiques con drogas, para tener que hacer centros de acogida. Porque eso viste.

- No te adueñes de los elementos naturales: El aire, el sol, la tierra, el agua. Para que nadie tenga que acudir a ti a comprarlos

- Hazte pan tierno, aire puro, sol espléndido, tierra fértil, agua sin contaminar; hazte vida.

- Así te sentirás encajado en el esqueleto de la Asociación, y ella podrá seguir siendo cuerpo visible de Francisco.


Intercede, Francisco, al Padre por nosotros. Queremos ser, como tú, instrumentos de paz entre los hombres.  

El hombre del parque...



Sé que me aprecian por mi manera de anclarme en el tiempo. Pasé de ser niño a ser abuelo; de montar en un caballo hecho de un palo, a ser caballo de carga dejándoles subir a todos. También sé que las montañas, sin que ellas se den cuenta, llevan en su interior veneros de agua silenciosa, que sólo la escuchan los que tienen despierto el sentido del ritmo y de lo bello. Si algo he influido, al igual que sucede con la montaña, el mérito no es mío, sino de quien pasó a mi lado, al escuchar y ver, se paró y se quedó a mi vera. Ellos por separado son arroyos que al encontrarse forman río. Al hiño de la pregunta, recuerdo el poema de  Basilio Sánchez, que puede dar luz a mi afirmación: EL HOMBRE DEL PARQUE...

Despacio, día tras día,
caminábamos juntos sin sospechar apenas
que el amor que había en él nos iba dando
un lugar para siempre.

Sentados junto al fuego, 
respirando del aire de las llamas,
su corazón de niño y lo sagrado
que avivaba en sus pliegues su corazón de hombre
inventaban el mundo.

Aquí, en este espacio, hemos estado todos. 
Pero el agua que fluye es solo suya.


¿Existe la felicidad?

Foto Kurdo, creo.

Sí, la felicidad existe. La felicidad nace con la persona, como el cuerpo y como el alma. Es un componente más de nuestro todo. La felicidad, como el alma y como el cuerpo, tiene sus puntos vulnerables por lo que se puede perder. Por ejemplo si no tengo medios para comprar una motocicleta y me domina el deseo de comprarla. Por mi culpa seré infeliz. Cuando domine ese deseo seré feliz. Puedo ser feliz a través de una incursión, o entrado en una iglesia, o subiendo a la cumbre de una cordillera, o contemplando un paisaje, o la placidez de un lago, o el encanto de una puesta de sol.

El papel principal para ser feliz o no me corresponde a mí: Ni la abundancia ni la escasez; ni la salud ni la enfermedad. Cuanto no dependa de uno no debe ser obstáculo para vivir. No esperes disfrutar de la felicidad si en su construcción no entras tú como arquitecto de la misma: Si no eres capaz de crear un cielo a un palmo de tus narices, no esperes el otro.

Campamento


Otra de las formas que creí acertadas al encarnarme en la juventud fue el alistarme en su lucha contra todo tipo de esclavitud. Como representante del bando de la oposición: Los padres, los profesores, los políticos de turno, la jerarquía eclesiástica, los medios de comunicación, siempre en manos de los mayores. Les indiqué la manera más fácil de romper los barrotes de la jaula sin que el contrario cayese en la cuenta. Empecé consiguiendo que los padres viesen bien que sus hijos pasasen los finales de semana –en cualquier estación del año- durmiendo al aire libre, bajo tiendas de lona o en refugios.

Llegar a montar un campamento, al comienzo sin los mínimos para ello. Hacerles ver que eran ellos los implicados, los hacedores y los responsables de todo lo que allí sucediera. Que aunque yo fuese clave para que se les abriesen ciertas puertas; sin ellos yo no pintaba nada en aquel lienzo blanco. La garantía de un campamento mixto no la da un mayor si los jóvenes no se prestan y colaboran a ello. Pero aquí no se puede andar con enredos o medias tintas: Hay que mojarse si se quiere pescar; hay que arriesgarse, ponerse en peligro, gastar horas a su lado sin imponer mis ideas, hablar y seguir su conversación; hay que llegar a creer que hasta pueden tener razón en los planteamientos de sus ideas. Una vez que te hayas ganado el puesto entre ellos, puedes, en cierto modo, ser el freno de su potro. Sólo al partir de esta línea serás escuchado y tenido en cuenta.

Hoy, 10 de marzo...


Hoy, 10 de Marzo de 2003, el “Ingeniero” de la Vida, ha colocado en la mía el poste número 70. Le ha dado luz para que me alumbre un año más. De nuevo ha sido benévolo conmigo. Inabarcables son los designios de Dios, inconmensurable su misericordia.

Es de recibo que en este día, con veneración evoque la memoria de mis padres. A ellos me debo y les soy deudor por lo mucho que se sacrificaron. Nací en año 1933; la guerra civil estaba a las puertas. A España le esperaban años difíciles para poder sobrevivir.

Fui el remate como faena de padres. Fui el último de siete hermanos. A los 13 años me consagraron a Dios: Me fui al Seminario Franciscano en la Provincia extremeña de Badajoz. Mis padres Fernando y Ángela ya se fueron a la casa del Padre. Allí me esperan para el día del banquete final. Allí todos llevaremos la misma túnica. Se nos distinguirá como hijos de Dios. Allí no habrá distinciones.

Han sido muchos los que se han acordado de que hoy es mi cumpleaños. El primero en llamar fue...

Vísperas...


Diciembre, 1994

Día 18 (domingo)

La mañana despertaba con el frío del invierno acumulado y se pegaba al cristal de las ventanas de la casa. El aire que bajaba del norte aturdía las tierras del campo y encogía las carnes hombre. La escarcha de la calle invitaba a seguir acostado.

Lejos –más lejos en invierno- me esperaban la gente olvidada de los pueblos pequeños, ¿cómo si para Dios sólo contase el número? Para celebrar juntos la Santa Misa. Era gente mayor, con una fe y con una tradición religiosa a machamartillo. Ya podían caer rayos y centellas que ellos no dejarían de ir a misa. La misa para ellos, era algo sagrada. Desperecé mi cuerpo, tomé el café y bajé la escalera zumbando. En la calle, metido en el coche, me esperaba mi amigo incondicional, Mané. Subí al coche y salimos con dirección a Robledillo de Gata, el último pueblo de la Alta Extremadura, donde tiene su fontana, su manadero y drenaje el río Árrago.

Al llegar, ya esperaba el personal, cobijado bajo el pórtico que circunda la iglesia, y abrigado hasta las orejas para no morir de frío. Saludamos a la buena gente y alguien, levantó la voz, dijo: “Pacífico, hoy puedes evitar el sermón. Con tu venida en un tiempo tan frío y con agua, ya has dado ejemplo de vida evangélica. Así es como se entiende la palabra de Jesús”. ¡Qué sabiduría la de aquel sencillo paisano! Jesús lo había confirmado a sus discípulos cuando, en un día de cansancio, huyó al otro lado del lago para poder descansar. Los que habían ido andando lo esperaban. Entonces, Jesús, dijo a los que le habían llevado: “Olvidad el cansancio y atendamos a esta gente”.




Un virus...



No niego que se pueda nacer con virus, pero en mi caso, toda mi labor no creo que se deba a la fuerza de los genes heredados, ni a un capricho, ni a no tener en qué emplear mejor el tiempo. Puedo decir sin engañar ni engañarme, que llegué a la vida desnudo tanto de cualidades físicas, como intelectuales. Me decían mis hermanos que, en casa, nadie apostaba por mí un ochavo. Creo que la principal razón para irme con los frailes, no fue mi capacidad intelectual, que no la encontraban por parte alguna, sino el hecho de no soportar la vida del campo.

Cuando los primeros pasos se dan con genio, los demás los da la misma naturaleza. Ella se encarga de abrirse camino para la vida. Porque más discurre un hambriento que cien letrados. Lo mío se debe a haberme dado cuenta a tiempo de mi falta de cualidades. Metido en una forma de vida que, a la vez que me alucinaba, me hacía creer que le podía sacar partida, me ayudó a seguir adelante. Porque en la vida “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”.

El comportamiento...


No puedo decir que mi comportamiento se deba a la fe en mi fuerza, ni intelectualmente, ni físicamente. En las dos facetas he sido débil. Para arriesgarse en la vida no hace falta ser un superhombre. Basta con no estar conforme con lo que hacen los demás.
Tengo entendido que mi padre heredó de sus antepasados un carácter impulsivo a la vez que bondadoso y justo. No era un hombre sabio, ni corpulento; le faltaron los estudios y el alimento corporal. Era un manojo de nervios, un avispero de fuerza y genio; no lo amilanaba lo adverso, ni le hizo nunca llorar. Posiblemente, algo de esto haya heredado de él. Con relación a la fe en Dios. Mi padre, el que parecía, en ciertos momentos crueles de su vida, que se iba a comer al mismísimo Dios. A la hora de la verdad era sencillo como una paloma y de una fe inquebrantable, como lo evidencia la anécdota que le voy a contar: Se moría de una embolia mi padre. Tuve que viajar y llegué cuando se encontraba en las últimas. Me reconoció y me dijo: Francisco –para él siempre fui Francisco, como su padre- no dejes de creer en Dios. Esta recomendación la tenía guardada para su hijo el sacerdote a quien en su primera misa besó sus manos con manifiesta emoción. Quizá por esto, mi fe sea la culpable de mi aparente rebeldía y de mi inconformismo. Sé que los de fuera se ponen más nerviosos y hacen más problema de los asuntos ajenos que con el destino propio. He soportado mucha carga tocante a mi trabajo durante mucho tiempo. Pero nunca me ha achicado el peso. He apartado los escombros y he resurgido de nuevo. Como decía Julián Schnabel “soy como un rinoceronte con los pájaros que se posan en su lomo; me molestan, pero no me preocupan.” Flaco beneficio me ha hecho más de uno al llevarme la contraria: Más que hundirme me han crecido.



Campamentos...


Poner en marcha un campamento no es fácil. Aparte de lo puramente estructural, del papeleo, de contar con un número suficiente de acampados, de tener que adiestrar a jóvenes que, a primera vista, aparenten ser unos acampados más, y al mismo tiempo se impongan y den formalidad a la actividad en cuestión. Al margen de todo esto, existen otros campos que, si no por su materialidad o por su volumen de coste, tienen importancia por su implicación en el espíritu y en la formación humana de los acampados. Estos es lo que dibuja con realismo el tan escabroso y duro panorama o paisaje de esperanza, imperceptible a todos los que allí conviven.

Hay comportamientos contrarios a la obra, que al final –está demostrado- son los que dan madurez y garantía de éxito de tejas arriba y de tejas abajo. Pongo por ejemplo, que los tuyos, los de tu casa, no miren con buenos ojos el trabajo que estás haciendo. O que en vez de ayudarte pongan dificultades. Aunque, en parte les entiendo. No se me escapa el riego y la aventura en la que, de la noche a la mañana, me había metido: Trabajar al aire libre con un número, a veces hasta de 400 chavales y chavalas juntos; a la vera de un pantano; sin instalaciones fijas; con sólo el cielo estrellado como toldo. Es para estar preocupados; porque, ante cualquier fracaso, el colegio San Antonio, se vería implicado en él.

Otro punto, no menos inquietante, era comprobar en cada amanecer que cada acampado se despertaba con la sonrisa en los labios. Era la mejor señal de que habían descansado en la noche.

Otro punto, -éste garantía de los comportamientos que a lo largo del día ibas a encontrar- era formar una familia con 400 acampados de 10 a 20 años. Para ello, todos tienen que asumir ser jefes a la medida de su capacidad y edad, todos mandos, y todos acampados. Donde los mayores cuiden y velen por los más pequeños y, a su vez, éstos sean freno a las exigencias naturales de los son mayores. Sin apenas darse cuentan se ayudan mutuamente.

Un corazón


Yo tengo un corazón humano como lo tiene usted. El corazón, se quiera o no, es sensible a la necesidad de los otros. Sólo cuando se le arropa con el egoísmo o la ambición, el corazón, pierde su por qué y para qué, como es sentir el latido de los demás seres.



Hace dos años...



Día 4 (miércoles de semana santa)
Un día moriré,
lo tengo ya muy próximo y cercano.
A Dios le pediré
me tome de la mano,
ya que de todo es dueño y soberano.
Asísteme en la hora
de tener que dejar ya mi parcela;
hazla liberadora;
apaga tu la vela,
que un día la encendiste cual candela.
Haz que goce la gloria
que atisbo junto a ti, que eres el cielo;
y alcance la victoria
que, siempre, fue mi anhelo
mientras pisé con los demás el suelo.

COMUNICADO A LA AFA:


Con ocasión de la Pascua 2007.
A los cercanos al dolor de Cristo:
Los que sufren por cualquier desgracia.
A los que han preferido ir a Descargamaría
dejando a otros la playa;
a los que no bajáis la guardia para que no caiga el espíritu;
a los coherentes con sus creencias.

Sentado en mi silla de ruedas; sosteniendo con mis manos el cáliz amargo de la pasión. En él recojo las lágrimas que me hacen derramar mis contrariedades. Para que la silla que me aparta, corporalmente, de vosotros, yo pueda celebrar mi muerte y resurrección.

Tengo pataleos en mi interior al creer que me cuido demasiado; porque la vida me fue dada para servir y no para que me sirvan. Ya me lo advirtieron sin remilgos vuestros compañeros del 60. Cuando yo me negaba a ir con ellos a enseñar la doctrina de Cristo a los niños de Aldea Moret (hacía mucho frío y yo tenía úlcera en el estómago) Ellos me decían: Si Jesús hubiese hecho lo mismo con usted, no se hubiese podido salvar. Ame a los otros como se ama a si mismo.

Ahora vosotros me decís: Te debes cuidar y dejar que te cuiden. Tu ausencia, en este lugar, demostrará si has dejado o no en nosotros, tu huella al pasar. Esta prueba ha de ser por mi parte si me mereció la pena haber trabajado con tanto ahínco: Para los que empiezan con la obra, es su oportunidad; para los que la continúan, su camino; para los que la terminan, su laurel.


Como el Loco de la Colina,
aunque disminuido en fuerzas,
aún tengo coraje para escribiros.




Estampas de un pasado antoniano...






















Nada que hacer…

No me queda nada que hacer en esta vida. Cumplidos los 70 años, y con una aguda esclerosis mental encima ya no tango nada que hacer. Y lo acepto con cierta sonrisa irónica en los labios que oculta mis gustos y preferencias. Porque me hubiese gustado y preferido haber hecho más cosas, y hubiese preferido cambiar algo de lo de que hice:
a) Saludar con más entusiasmo cada mañana al sol.
b) Abrir las ventanas de mi celda al despertar, y respirar el aire puro del alba.
c) Darle la mano a Dios, y amarle en cada una de sus criaturas.
d) Y jugar, sólo jugar, con todo lo que tengo al lado.

Morirse con la sensación de haber dejado tantas cosas en el olvido; morir llorando de pena por ello, no es virtuoso ni recomendable. Así que quiero morir creyendo que mi vida está hecha de retazos de tela, a mi medida, que acepto.

Al final de mi vida me he puesto a escribir, sencillamente porque no sé hacer otra cosa de más provecho para mí. ¿Ha oído hablar de aquellos monjes que se retiraban a la soledad más sorda, y que para llenar de trabajo las horas hacían grandes esteras y las deshacían una vez terminadas? No les preguntes el por qué de esa forma de actuar tan inusual y extraña. Posiblemente estos sabían que el ocio es el veneno para el hombre, y del veneno hay que librarse. ¿Cómo? Trabajando. ¿Crematísticamente? Comprenderás que para eso no se hubiesen apartado de los negocios de esta vida. Pero encontrado, en ese paraje escondido, el filón de oro, por no perderlo abandonarían todas sus posesiones terrenales.

Respetando las distancias, algo parecido me sucede a mí con la escritura: No lo hago en plan negocio, - me arruinaría - sino para llenar las horas de cada día, y poder ser un poco más feliz.

Los cambios.


Tengo mis respetos a los cambios. Espero que el estado precario de mi salud, me ayude a aceptar las diferencias. Sin duda lo superaré con dignidad y elegancia. No podemos olvidar que es la edad del reencuentro. Así me vi en mis versos:

Con ansia de asirte,
de verte en el pasado todo entero;
en mis brazos dormirte,
como fiel jornalero
y de resucitarme.
Como un enamorado
espero en tu ventana ensimismado.

Alondra de la tarde
que buscas afanosa tu cobijo.
El alma en ansias arde,
y desecha el alijo,
para llenar de sol a tu escondrijo.

No me seas esquiva.
No retrases la cita. Ven conmigo.
Di que aún sigues viva,
que tienes abrigo,
que comes pan dorado, de mi trigo.

Amor de mis amores.
¿Por qué has tardado en abrir la puerta?
Son muchos los dolores,
y es grande la compuerta.
Creí hallarte en tu alcoba muerta.

Hoy tengo ya respiro.
Me ha llegado caliente tu aliento,
como grácil suspiro,
como eficaz sustento,
que aviva y acelera el pensamiento.

Oh noche en desventura,
transida de dolores en el pecho.
Da fin a tu amargura,
Y deja ya el lecho
Lugar de desamores y despecho.

Salgamos a la luz.
Abramos de la casa los balcones.
Así, junto a la cruz,
enseñas y blasones,
seremos uno en dos corazones.

Hoy mi cuerpo y mi mente
tienen hambre de silencio

La vida consagrada...


La forma de la vida consagrada es un lujo para la Iglesia y, por repercusión, lo ha de ser para el mundo. Como humanos somos muy dados a todo tipo de selección: Buenos y malos, mejores y peores, consagrados y no consagrados, infierno y cielo. Digo que humanamente hablando hasta es correcto, no hay nada que objetar. Aunque, posiblemente en la mente de Dios no lo sea tanto. Por eso nos es bueno bucear en el lago de las aguas claras y azules de Dios hasta llegar a identificarnos con él. Posiblemente escuchándole a Él lleguemos a entender el pasaje del Evangelio que dice: “Mirad las aves del cielo que sin sembrar comen; y los lirios del campo, sin hilar y sin pintar, lucen los más bonitos colores.

La locura de la manifestación de Dios en todo lo que está hecho ha sido interpretada por las criaturas a la medida de su pobre capacidad. Por lo que, en las distintas formas en que éstas se manifiestan, sólo hay que ver un intento de actuar de un Dios empobrecido y achicado por el ser humano. No somos más, ni somos menos de lo que en cada uno hay de Dios. Por eso nos sorprenden unos y otros con sus formas de dejar vivir a Dios en ellos mismos. En cualquier forma de vida hay fallos y hay aciertos, en más o menos abundancia, con más o menos libertades, con más o menos sonrisas y lágrimas, con más o menos Dios en sus bocas y sus ojos, con más o manos confianza en la Providencia. Ésta siempre responde; es fiel a la oferta y a la demanda de cada ser. Sólo cuando nuestras vidas son entregadas –decimos los hombres de fe- al Evangelio, la Providencia no falla. Y si falla es porque nuestras vidas son entregadas sólo en apariencia.

El Nacimiento del Salvador…


Es verdad que el Nacimiento del Salvador entraña en mi vida unos sentimientos que me desbordan; que con tal motivo, cada año me ingenio para llegar con mis sentimientos, incluso, a gente que, personalmente, no conozco, pero, como miembro de la sociedad, sé que les debo algo y quiero, con mi felicitación, resarcir mi deuda con ellos. Por ejemplo: Un año me hice con las direcciones de todos los empleados de correos de Cáceres, y a ellos me dirigí. Sorprendentemente, la noche de la Navidad de ese año, más de uno me llamó por teléfono, porque en casa, emocionados con mi mensaje, todos estaban llorando. Me explico, ¿no? Sobre si a todos les pongo lo mismo. Si los conozco personalmente, no. Cuando me asalta a la memoria una persona querida llega con una exigencia muy particular a la que, sin duda, hay que satisfacer.

Mi correspondencia, de ordinario, es abundante; Me escribe mucha gente y a todos contesto. Y si esto no fuera bastante, llegada la Navidad tengo razones para aumentar los escritos. Con ello busco hacer mayor mi comunión, procurando que no desaparezca. Personalmente, esto repercute en el espíritu. De acuerdo que es una ocupación añadida a la que uno tiene; pero merece la pena. Es como un juego de sorpresas, que yo uso con frecuencia; con él lleno de ilusión a gente que no me espera: En cada Navidad elijo un sector de la sociedad: carteros, empleados de Renfe o Estación de Autocares, para que les llegue mi singular felicitación. Los resultados han sido positivos. El hecho de que un desconocido llame a tu puerta con un mensaje de paz; se quiera o no, es un mensaje de cielo. Que esto es un añadido más al peso de la vida: Nadie lo puede negar. Pero que merece la pena hacerlo.

El loco…


No sabía cómo llamarme, pero lo ha conseguido. En esta vida si se quiere hacer algo que merezca la pena, un tiene que ser un poco loco. Emprender algunas de las actividades que recoge en su pregunta es ponerse entre la espada y la pared: Muchos riesgos y demasiados frentes a la vez. Su asombro se apoya en los negocios de esta vida. Pero cuando se trabaja con la mirada elevada, el riesgo tiende a desaparecer. Decía el Señor: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y aprended de mí”.

Quiero decir que para hacer lo que yo hago hay que confiar más en el que está por encima de nosotros y dejarse guiar un poco más por él. Sólo entonces, todo es más fácil. Recuerdo que, en más de una ocasión caí desvanecido al suelo, al finalizar la jornada de las clases: No había tenido tiempo para comer; que los sábados amanecía con los dedos sobre el teclado de la máquina de escribir, para tener a punto la “hoja de ruta”, que debía entregar a los jóvenes los sábados e la reunión de la tarde.

No niego que se pueda nacer con virus, pero en mi caso, toda mi labor no creo que se deba a la fuerza de los genes heredados, ni a un capricho, ni a no tener en qué emplear mejor el tiempo. Puedo decir sin engañar ni engañarme, que llegué a la vida desnudo tanto de cualidades físicas, como intelectuales. Me decían mis hermanos que, en casa, nadie apostaba por mí un ochavo. Creo que la principal razón para irme con los frailes, no fue mi capacidad intelectual, que no la encontraban por parte alguna, sino el hecho de no soportar la vida del campo.

Cuando los primeros pasos se dan con genio, los demás los da la misma naturaleza. Ella se encarga de abrirse camino para la vida. Porque más discurre un hambriento que cien letrados. Lo mío se debe a haberme dado cuenta a tiempo de mi falta de cualidades. Metido en una forma de vida que, a la vez que me alucinaba, me hacía creer que le podía sacar partida, me ayudó a seguir adelante. Porque en la vida “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”.

Asociaciones


Tengo la sensación de que un considerable número de asociaciones religiosas, que se denominan católicas, más que formar cuerpo con la Iglesia Universal, son miembros separados de ella. No sólo tengo la sensación. También tengo razones que me obligan a reafirmarme. Aunque, en estos temas uno debe ser muy cauto. Y no todo lo que reluce es oro. Las apariencias más de una vez engañan.

En este asunto, como en cualquier otro en el que la persona se vea implicada, hemos de hablar con total respeto. El Señor en esto fue tajante. Les dijo a sus más íntimos colaboradores molestos por que alguien había sembrado cizaña entre el trigo: “No os precipitéis. Dejadles que crezcan juntos. Cuando llegue la siega los separaremos. Porque si no corremos el riesgo de arrancar también el trigo”.

Además, ¿por qué no comparamos a la Madre Iglesia con cualquiera de nuestras madres? Cuando salimos a la vida venimos enganchados a ellas por el cordón umbilical. De repente se pega un corte brutal, que, en buena lógica, debería ser mortal. Pero no lo es. Este es el momento en el que la criatura parece alimentarse y defenderse por sí misma. Sin este corte no podría medrar ni llegar a ser la criatura que la vida quiere que sea. Podemos preguntarnos: ¿Vive y crece al margen de la corriente que, aparentemente, ya no le llega de la madre? Se nos escapa de la mente lo puramente espiritual. Está demostrado que la imagen de la madre, en los momentos más duros de la vida, ella se hace presente para dar un nuevo impulso. Lo mismo pudiera suceder con los grupos de jóvenes o de gente mayor que se dice pertenecer a la Iglesia a la vez que dan la sensación de desentenderse de ella. Ante este hecho, tengo mis respetos a la hora de emitir mi veredicto. Primero porque las apariencias engañan, y segundo porque veo que, sin desligarse en el interior, por la fe, de ella se puede más fácilmente madurar como corresponde a cada miembro de este significativo cuerpo: La Iglesia.

La vida...


La vida es nuestra compañera de viaje. Es más que una novia. Comparte por entero con nosotros –aunque exigiendo su paga- los días y las noches, la salud y la enfermedad. Con nosotros comparte las risas y las lágrimas, los placeres y los desgarros. Y apura con nosotros los sorbos dulces y amargos de la historia.

La pasión por la vida hace que nos crecen las alas para remontar el vuelo. El enamoramiento lleva consigo desnudarnos de todo prejuicio inútil, que nos pudiera esclavizar o no dejarnos vivir. Enamorarse de la vida es beber con ella en el día a día el néctar del amor hasta emborracharte.

La vida tiene dos compartimientos: Uno es edificio robusto y compacto, sostenido por pilares de roca firme, levantado con trozos de vida caduca, pero que se hace eterna con la conjunción de sus partes. El otro lo componen las vidas con minúscula, y son caminos hechos por las criaturas: Los árboles del bosque, las aves del campo, los peces del mar; hasta el ser humano es pieza de este compartimiento. Todos tienen salida y meta, comienzo y final. Todos llevan escritura indeleble de su caducidad. Todos son manifestación de la Vida Total. Por eso cada criatura es una ventana a la que se asoma la Vida con mayúscula: Dios.

Nada hay más hermoso bajo el cielo que la vida, nada más feble y delicado, es un cuadro de luces y de sombras, una maceta de barro con jacintos y nardos; la vida es una novia que exige tener tacto.

4 de octubre

- Pedro, voy a bajar un rato al huerto que es mi santo...
Hay mucha gente en casa, rezando... ¿Qué habrá pasado?

Parece que han venido muchos… Pobrecillos creen que he muerto...
¿Qué hace ahí mi sobrino?

Alguien trajo mi maleta... Creí que la había perdido.



El futuro parece asegurado... ¿Quién lo diría?







Hermana, sigue creciendo para poder cobijar bajo tus poderosos brazos a los que un día vinieron, a los que mañana vendrán.

 
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